Michel Foucault fue un filósofo francés que representaba el estructuralismo (método que analizaba la distribución de las partes de un edificio, del cuerpo o de otras cosas) y aseguraba, a través de un gran número de obras, que el Occidente había dejado de lado todo aquello que lo distinguía del otro hemisferio.
Entre sus obras más importantes está la llamada “Genealogía del Racismo”, la cual trataba de encontrar los orígenes del poder y cómo se lo llega a implementar en la sociedad a través del análisis de los discursos de verdad que dan los hombres. En su escritura, parte de las verdades que el hombre expresa, según su criterio, y comienza un análisis profundo sobre varios puntos que obligan al lector a replantearse determinados puntos de su existencia que ya da por sentados.
En primer lugar, afirma que los saberes sujetos han sido dejados de lado por determinados conocimientos científicos bajo la explicación de ser mejor fundamentados y más importantes que los anteriores. Ahora bien, ¿Qué son los saberes sujetos?
Según Foucault, los saberes sujetos se pueden definir de dos modos. En primer lugar, se puede decir que son “aquellos hechos históricos que fueron sepultados o enmascarados dentro de coherencias funcionales o sistematizaciones formales”. Es decir, todos aquellos hechos de importancia para las personas fueron desplazados por un sistema al que no le conviene que tales sucesos sean conocidos. Por ejemplo, una revolución o pensamiento que atente contra la permanencia en el poder de un determinado grupo social.
En segundo lugar, habla de saberes sujetos como “una serie de saberes que habían sido descalificados como no competentes o insuficientemente elaborados: saberes ingenuos, jerárquicamente inferiores, por debajo del nivel científico requerido”. En nuestras palabras, serían todos esos conocimientos que no han podido ser avalados por una experimentación científica de cualquier tipo. Para que sea más fácil de comprender, un ejemplo sería el caso actual de las curanderas/ os, quienes no son “tan seguros” como lo es un médico que tiene un “Título” que le avala tratar enfermedades y curarlas. Sin embargo, es de vital importancia que se preste especial atención en estos casos: si bien un curandero puede saber lo suficiente como salvaguardar enfermedades superficiales, un profesional ha estudiado interiormente y mucho más detalladamente a las patologías correspondientes. Con este contraste, se puede concluir que el mensaje que intenta transmitir este filósofo no es el de dudar de un médico, sino el de analizar críticamente que hemos perdido por seguir ciegamente a un sistema que nos controla y nos maneja con nuestro inconsciente autorización.
Entonces, se puede deducir que “Nadie es libre”, y ese es precisamente el punto que desea hacernos entender este autor. Pero para entenderlo, hace alusión al Poder de dos modos: como una “Teoría jurídica clásica” o como una “Norma Disciplinaria”. Con respecto al primero, considera que el derecho es el resultado de las necesidades del rey (Lo cual es explicado posteriormente), y, refiriéndonos al segundo, evalúa que las normas no están escritas, pues si lo estuvieran serían leyes, por ende no hay comprobantes que obliguen a las personas a obedecer; sin embargo, para garantizar la obediencia, se aplican los denominados “Mecanismos de Poder”.
El mecanismo principal es la fuerza física o “coerción”, pero existen distintas maneras de implementarlo, por ejemplo, si uno aplica la fuerza física literal y bruta, en cuanto desaparezca esta fuerza, el poder se volverá contra el que esté con su dominio.
Es por eso que Foucault plantea que el Poder es una “relación de fuerzas” invisible y que no se conoce. Pero, para conocerla, se la debe entender a través de la producción, acumulación, funcionamiento y circulación de la Verdad expresada en discursos. Sin embargo, ¿Qué verdad es ésta? ¿Y por qué la obedecemos?
La respuesta está en que obedecemos lo que creemos que es, justamente, verdad y no la mentira, pero esa verdad es dada por las personas que están en el poder. Esto se puede entender a través de la imagen de un triángulo que se expone en el triángulo.
Es decir que el Poder es el que dice la Verdad, por ende la Verdad, al estar hecha por el que está en el Poder, va a estar a favor del Poder. Además, el Poder el que crea el Derecho, por ende, ese Derecho va a favorecer ese Poder. Finalmente, el Derecho está basado en la Verdad del Poder, y la Verdad, por su parte, es la que es usada para crear el Derecho con la aprobación del pueblo. Parece un juego de redundancias, pero interpretado a conciencia es muy simple.
En este marco, este autor busca otro factor de poder y se encuentra con uno que ha atosigado a todos los pueblos en el pasado, el presente y, Dios no lo quiera, el futuro: la Guerra.
La considera como un modelo del uso del poder ya que es un principio de inteligibilidad (ya que en sus orígenes fue una guerra de razas) y un poder político utilizado para la dominación generando cambios sociales como, en aquel momento, el surgimiento de la monarquía absoluta (lo cual no dista de nuestro presente, en el que estamos inmersos en un mundo con personas que permanecen en el poder el tiempo que la vida les de). Por supuesto, todo insertado en un marco de Verdad que convence al pueblo de una realidad inexistente.
Finalmente, Foucault se atreve a hablar del Derecho de la Vida y del Poder, comenzando por el control de los cuerpos (cuidándolos para una mejor disponibilidad hacia el trabajo). Sostiene que el efecto del poder soberano sobre la vida solo se ejerce desde el momento en que el soberano puede matar. El derecho a matar no contiene en sí la esencia misma del derecho de vida y muerte: el soberano ejerce su derecho desde el momento en que puede matar. No es un derecho de hacer morir o hacer vivir, tampoco de vivir o dejar morir, sino de hacer morir o dejar vivir.
“La vida, en la medida en que fue la razón primera, originaría y fundamentaría el derecho del soberano”
Entre sus obras más importantes está la llamada “Genealogía del Racismo”, la cual trataba de encontrar los orígenes del poder y cómo se lo llega a implementar en la sociedad a través del análisis de los discursos de verdad que dan los hombres. En su escritura, parte de las verdades que el hombre expresa, según su criterio, y comienza un análisis profundo sobre varios puntos que obligan al lector a replantearse determinados puntos de su existencia que ya da por sentados.
En primer lugar, afirma que los saberes sujetos han sido dejados de lado por determinados conocimientos científicos bajo la explicación de ser mejor fundamentados y más importantes que los anteriores. Ahora bien, ¿Qué son los saberes sujetos?
Según Foucault, los saberes sujetos se pueden definir de dos modos. En primer lugar, se puede decir que son “aquellos hechos históricos que fueron sepultados o enmascarados dentro de coherencias funcionales o sistematizaciones formales”. Es decir, todos aquellos hechos de importancia para las personas fueron desplazados por un sistema al que no le conviene que tales sucesos sean conocidos. Por ejemplo, una revolución o pensamiento que atente contra la permanencia en el poder de un determinado grupo social.
En segundo lugar, habla de saberes sujetos como “una serie de saberes que habían sido descalificados como no competentes o insuficientemente elaborados: saberes ingenuos, jerárquicamente inferiores, por debajo del nivel científico requerido”. En nuestras palabras, serían todos esos conocimientos que no han podido ser avalados por una experimentación científica de cualquier tipo. Para que sea más fácil de comprender, un ejemplo sería el caso actual de las curanderas/ os, quienes no son “tan seguros” como lo es un médico que tiene un “Título” que le avala tratar enfermedades y curarlas. Sin embargo, es de vital importancia que se preste especial atención en estos casos: si bien un curandero puede saber lo suficiente como salvaguardar enfermedades superficiales, un profesional ha estudiado interiormente y mucho más detalladamente a las patologías correspondientes. Con este contraste, se puede concluir que el mensaje que intenta transmitir este filósofo no es el de dudar de un médico, sino el de analizar críticamente que hemos perdido por seguir ciegamente a un sistema que nos controla y nos maneja con nuestro inconsciente autorización.
Entonces, se puede deducir que “Nadie es libre”, y ese es precisamente el punto que desea hacernos entender este autor. Pero para entenderlo, hace alusión al Poder de dos modos: como una “Teoría jurídica clásica” o como una “Norma Disciplinaria”. Con respecto al primero, considera que el derecho es el resultado de las necesidades del rey (Lo cual es explicado posteriormente), y, refiriéndonos al segundo, evalúa que las normas no están escritas, pues si lo estuvieran serían leyes, por ende no hay comprobantes que obliguen a las personas a obedecer; sin embargo, para garantizar la obediencia, se aplican los denominados “Mecanismos de Poder”.
El mecanismo principal es la fuerza física o “coerción”, pero existen distintas maneras de implementarlo, por ejemplo, si uno aplica la fuerza física literal y bruta, en cuanto desaparezca esta fuerza, el poder se volverá contra el que esté con su dominio.
Es por eso que Foucault plantea que el Poder es una “relación de fuerzas” invisible y que no se conoce. Pero, para conocerla, se la debe entender a través de la producción, acumulación, funcionamiento y circulación de la Verdad expresada en discursos. Sin embargo, ¿Qué verdad es ésta? ¿Y por qué la obedecemos?
La respuesta está en que obedecemos lo que creemos que es, justamente, verdad y no la mentira, pero esa verdad es dada por las personas que están en el poder. Esto se puede entender a través de la imagen de un triángulo que se expone en el triángulo.
Es decir que el Poder es el que dice la Verdad, por ende la Verdad, al estar hecha por el que está en el Poder, va a estar a favor del Poder. Además, el Poder el que crea el Derecho, por ende, ese Derecho va a favorecer ese Poder. Finalmente, el Derecho está basado en la Verdad del Poder, y la Verdad, por su parte, es la que es usada para crear el Derecho con la aprobación del pueblo. Parece un juego de redundancias, pero interpretado a conciencia es muy simple.
En este marco, este autor busca otro factor de poder y se encuentra con uno que ha atosigado a todos los pueblos en el pasado, el presente y, Dios no lo quiera, el futuro: la Guerra.
La considera como un modelo del uso del poder ya que es un principio de inteligibilidad (ya que en sus orígenes fue una guerra de razas) y un poder político utilizado para la dominación generando cambios sociales como, en aquel momento, el surgimiento de la monarquía absoluta (lo cual no dista de nuestro presente, en el que estamos inmersos en un mundo con personas que permanecen en el poder el tiempo que la vida les de). Por supuesto, todo insertado en un marco de Verdad que convence al pueblo de una realidad inexistente.
Finalmente, Foucault se atreve a hablar del Derecho de la Vida y del Poder, comenzando por el control de los cuerpos (cuidándolos para una mejor disponibilidad hacia el trabajo). Sostiene que el efecto del poder soberano sobre la vida solo se ejerce desde el momento en que el soberano puede matar. El derecho a matar no contiene en sí la esencia misma del derecho de vida y muerte: el soberano ejerce su derecho desde el momento en que puede matar. No es un derecho de hacer morir o hacer vivir, tampoco de vivir o dejar morir, sino de hacer morir o dejar vivir.
“La vida, en la medida en que fue la razón primera, originaría y fundamentaría el derecho del soberano”
